Leo estupefacto en el periódico que un doctor, perdón, quería decir un médico (no entiendo la manía de llamar doctores a los médicos) se negó a recetar supositorios a un bebé. ¿Y qué tiene ésto de raro?, me diréis. Pues que la razón por la cual no extendió receta el facultativo no residía en la falta de eficacia del medicamento, sino en que según él, los supositorios incitaban a la homosexualidad.
Si, si...Así como lo oyen. Esto, que no pasa de anécdota curiosa y divertida, se torna más preocupante cuando un servidor, pendiente de pasar por quirófano a causa de una lesión deportiva, se empieza a preguntar que clase de matasanos lo va a operar. No me gustaría despertar de la operación operado de la próstata porque el cirujano considerase que ésta incita a irse de putas.
Mira que es triste pasarse seis años estudiando una carrera de medicina, para acabar pensando que unos medicamentos puedan incitar al mariconeo.... Así que ya sabe. A partir de ahora, nada de aceptar las piruletas que le den los médicos a su hijo. Vaya usted a saber que conductas desviadas podría adoptar años después su vástago.
En fín, uno empieza a pensar si no será mejor dejarse operar por un chamán...