Mmmmmfpppphhhhh.....Nada, que no había manera. Por mucho que tirase, empujase o golpease, no había forma humana de ponerse aquel estúpido traje rojo y blanco. No había contado siempre con aquellos ridículos colores, claro. Mucho tiempo atrás, era un traje sobrio, de líneas puras. Rústico pero no exhento de nobleza. Desgraciadamente las cosas estaban tan mal que tuvo que buscar el patrocinio de una conocida marca de refrescos, y lo primero que hicieron fue rediseñarle el traje dándole estos nuevos colores amanerados. Hasta las mismísimas narices estaba ya de aquel maldito trabajo. Siglos hacía ya que duraba. Literalmente, además. Se ponía negro cuando oía hablar de la de la revolución industrial y de las horas extras jamás cobradas. Una eternidad llevaba él trabajando incluso en festivos y sin pensión a la vista. Es lo que tiene ser un mito. Que uno nunca llega a jubilarse. Es inmortal, como quien dice. ¿Y a algún sindicato se preocupó jamás por él? ¿Alguna ONG clamó al cielo pidiendo justica? Nada. Todo el mundo daba por supuesto que debía cumplir con su deber y que tenía que estar bien contento, además. Para más inri, tanto trajinar regalos arriba y abajo le había provocado una hernia. Inmortal también, por lo que parecía. Ahora, luchando por embutirse en aquel maldito traje, se le había agravado y le provocaba molestias. Y claro, no estaba dado de alta en la seguridad social. Como no existía....pues que se le iba a hacer. Un dinerillo que se ahorraba el estado. Luego estaba el tema de cargar todos los regalos. ¿Qué demonios había pasado con las antiguas muñecas y pelotas de fútbol? Ahora todo eran consolas, ordenadores y demás sandeces de creciente peso y volumen. Al bueno de Rudolph y a sus cornudos colegas cada vez les costaba más trajinar con los juguetes convertidos ahora en maquinaria industrial.
Se acabó la jocosa risa y el buen rollo navideño. Ahora tenía que hacer funcionar el trineo látigo en mano. Y es que esto se le hacía cada vez más duro. ¿Qué pasaría si dimitía? Que se encargasen los reyes de repartir los regalos. Siempre tan puestos y con esos humos propios de la realeza. ¿Para qué dos fiestas, ambas con regalos?. Claro, para los comercios era la bicoca, pero él estaba ya hasta las narices. Al fin y al cabo, ¿qué obtenía a cambio?. Ni la ilusión de los niños, tenía ya. Recordaba una vez en que un renacuajo le dijo que si no le traía no se que juguete carísimo (y pesado) su padre que era abogado le iba a meter tal demanda que navidad acabaría llegando una vez al mes.
Si, no valía la pena. Dejó de cargar regalos y tras recuperar el aliento se puso a escribir su dimisión. Miles y miles de cartas donde explicaba que abdicaba de sus funciones. Empezó a imaginarse la cara que pondrían aquellos pequeños egoístas cuando se levantasen corriendo para ir a buscar sus regalos y en su lugar se encontrasen una carta de su puño y letra con su dimisión. Se le dibujó una sonrisa en la cara y por primera vez en mucho tiempo, se oyó por toda la tierra una sonora risotada. HO, HO, HO!!!!

2 comentaris:

Anònim ha dit...

Molt bó el relat. Encara que no crec que fos massa problema la dimissió d'aquest personatge, ja que no trigarien ni cinc segons en inventar-se un de nou que fes pujar la febre consumista, i tal com bé dius, enlloc d'un cop al any vindria un cop al mes. Tant se'n dona la tradició, l'important són els regals!

Per cert, ja vec que ni els Reis Mags s'escapen a les teves crítiques antimonàrquiques, je je.

Donuts

Buk ha dit...

Je,je,je....Efectivament, Donuts. Jo sempre tinc a punt la pedreta per aquesta institució tant nostre. La monarquia. Tant se'm en dona que siguin 'reyes magos' com 'reyes vagos' ;-)
Ah! i m´alegro que t'hagi agradat el conte!