Cuando movió el cuadro de la pared para centrarlo, fue cuando se dio cuenta. Una enorme mancha de humedad se extendía por debajo del mismo hasta los muebles. El pánico se apoderó de él. Examinó el cuadro y con gran alivio constató que estaba intacto. Los muebles tampoco parecían afectados por la humedad. En cuanto a la pintura de la pared...eso ya era otra cosa. Estaba se levantaba en docenas de enormes ampollas que reventaban en cuanto las tocaba. Se puso rojo de rabia. Acababan de pintar ese mismo verano. Se habían quedado sin vacaciones para arreglar el piso. Ni siquiera sabía si le quedaba pintura del mismo color.

Decidió ir a ver a la vecina. Llamó al timbre y esperó. Nada. Volvió a llamar. Al cabo de un rato le abrió la puerta una anciana. Su vecina. Lo miraba con aire desconfiado. Con esa mirada temerosa que tienen los viejos que se dejan las uñas agarrándose a la vida mientras esta colea para quitárselos de encima. Llevaba puesta una bata raída y tenía el pelo teñido de un color extraño y desagradable. Como de orina.

- ¿Qué quieres? – preguntó malhumorada
- Oiga, creo que tiene usted un escape de agua.
- ¿Cómo?
- Que me ha salido una mancha de humedad en la pared. Debe tener usted un escape de agua! –dijo alzando un poco la voz
- ¿Eh? ¿Agua?. ¿Un escape de agua?. Ayyyy hijo, no sé. Yo ya soy muy mayor y no me entero mucho. ¿Quieres pasar tú a verlo?

Lo que le faltaba. Ya se veía haciendo de fontanero. Entró en la casa de la vecina. Olía como huelen las casas de los viejos. A una extraña mezcla de comida para gato y restos de piel muerta. Todo mezclado con polvos de talco.

- A ver.... Según donde me ha salido la mancha, el escape lo debe tener en el lavabo.
- Ayyyy...hijo, mira tú, mira tú, a ver...

Si.... claro que lo miraba él, faltaba más....

- ¿No tendrá una escalera? – Preguntó sin mucha esperanza
- ¿Una quéeeee?. Ayyyyy hijo, tendrás que alzar la voz, que no oigo bien. Es que soy muy mayor y...
- Déjelo, déjelo....Ya me espabilo.

Se subió como buenamente pudo a la taza del váter y examinó las tuberías. Efectivamente. Una de ellas perdía agua. Era la causante de todo el desaguisado. Bueno, la tubería y la maldita vieja, que claro, de tan mayor, como no se cansaba de repetir ella, no se enteraba de nada. Cualquier dia de estos se dejaba el gas abierto y saltaban todos por los aires. La aborrecía. Era un sentimiento superior a él.

- Oiga, tendrá que cerrar el agua mientras viene un fontanero. Esto se lo tienen que arreglar. Y le pasaré la factura de los daños de mi casa. Alguien tiene que hacerse cargo. – la miraba con los ojos inyectados en sangre.
- Si hijo, si... No hay ningún problema. Tú me pasas la factura y yo te lo pago. Una nunca ha estafado a nadie.
- Si claro, si.... – Miraba de transmitirle mentalmente todo el desprecio que sentía por ella. Seguro que de alguna manera lo captaba. Como hacen los perros.

Una vez arreglado el desaguisado de su piso, fue dejando pasar el tiempo. Conforme pasaban los días, se calmaban sus ánimos. Llegó a la conclusión de que tampoco quería atosigar demasiado a la abuela. Se conocía, tenía un pronto muy malo y la pobre aún debía estar en casa temblando desde aquel día. Se sentía terriblemente mal. Debería contar hasta diez antes de abrir la boca o actuar. Al fin y al cabo, era una persona muy mayor.

Observó como en ocasiones entraba una mujer joven en el piso de la vecina. Debía ser su hija. Le daría por fin la tan manida factura y aprovecharía para hacerse el simpático. Que viesen que no es tan fiero el lobo como lo pintan. Vete a saber que le había contado su madre.

Llamó a la puerta y esperó unos instantes. En seguida le abrió una mujer de mediana edad.

- Hola buenos días. Soy el vecino de al lado. Supongo que su madre le habrá hablado de mí. Tuvimos un pequeño problema hace unas semanas. Nada grave, claro. A su madre se le reventó una tubería y causó una mancha de humedad en mi pared. Ahora ya está arreglado, tranquila, pero tengo una...
- ¿Cómo? ¿Pero qué dice de mi madre? Yo vivo aquí sola.
- ¿Su madre está bien? – Preguntó alarmado.
- ¡Claro que está bien! Supongo que debe usted referise a la anterior propietaria del piso.
- ¿La anterior propietaria?
- Si, si... Ahora yo soy la nueva propietaria. Le he comprado el piso a la mujer que antes vivía aquí. Bueno, no le voy a contar la historia, pero la pobre estaba más que harta de esta escalera y aproveché para sacarle un buen precio. Aún me estoy instalando. Tengo que traer todas mis cosas...
- Pero, pero – la interrumpió – Yo tengo una factura con unos gastos ocasionados por...
- ¡Y a mí que me cuenta! Ese es un problema suyo que tiene que solucionar con la anterior propietaria. Yo no quiero saber nada.
- ¡Pero a mí alguien tiene que pagarme esto! – contestó alzando la factura y gritando.
- ¡Váyase a la mierda¡ ¡Le grita usted a su madre! ¡Ya me advirtió la anciana sobre usted! ¡Ya entiendo porqué quería marcharse! ¡Psicópata! – Aquella mujer estaba fuera de si.

Y le cerró con un portazo. Allí estaba él. Con las venas del cuello amenazando provocarle una embolia y con ganas de matar a la abuela.

- ¡Maldita vieja de los cojones! - gritó mientras hacía trizas la factura que nunca
cobraría.

Contrariado, se bajó la bragueta y empezó a orinar sobre la puerta de la vecina. Una larga y complaciente meada. De pura rabia, le temblaban las manos. Se mojó todos los zapatos, pero no le importó. ¡Qué aprendiera todos a respetarle!

Y mientras se la sacudía, pensó: “!Arreglad vosotros esta mancha de humedad!”

1 comentaris:

Buk ha dit...

¿Qué de qué humedad hablo cruasant? Mmmmm.... Tentado estoy a contestarte mal.
No me lo pongas tan fácil, no me lo pongas tan fácil...